The passing of proposition 8 (amendment to the California Constitution stating marriage as the union of an heterosexual couple) is just the latest in the seemingly unending list of obstacles raised by organized religion to the development of a better society for all of its members. It seems obvious by now that homosexuality is an integral part of the human experience and that it is to be expected a certain percentage of the population will be born as such just as much as some are to be born with a particular eye color or feet size. If the blindfold of religious dogma is lifted, and the unending repetition of passages from a book that represents the thinking of a primitive patriarchal society are questioned in light of human dignity and fairness, the conclusion has to be that imposing a second class citizenship to some members of the community has to be recognized as unfair and unhealthy to the society we aspire to live in. The most disturbing trend in the approval of proposition 8 was the massive disparity in its support by the minorities, specially African Americans, in California; of course it isn't unprecedented, just have to take a look at another group of previously oppressed people ignoring the pleas of the ones under their feet in Palestine. Obviously the comparison is only to underscore a basic human characteristic and not the nature of the oppression. This characteristic seems to be the inability to recognize a similar struggle as our own but by a different group of people and the capability to justify such actions by religious means.
After the immense victory for our community as a whole that the election of the first African American president represents and the giant leap towards the accomplishment of a truly just and fair society, we should stop and analyze the bitter taste that the approval of proposition 8 left for the ones aspiring for progress and in many of the voters that supported it and were left with the feeling that it was inherently wrong.
A Humanist Vision
Proposición 8, Solo Otro Ejemplo
La aprobación de la “Proposición 8” (modificación de la Constitución de California declarando el matrimonio como la unión de una pareja heterosexual) es solo el último ejemplo en la lista de obstáculos que la religión organizada ha puesto para el desarrollo de una sociedad que represente equidad para todos sus miembros. A esta altura parece obvio que la homosexualidad es parte integral de la especie humana y debe ser esperado que cierto numero de individuos nacerán con dicha característica, así como es de esperar que un cierto porcentaje presente determinado color de ojos o tamaño de pie. Si el velo del dogma religioso es levantado , y si el repetir interminable de los versículos de un libro que representa el pensar de una cultura primitiva y patriarcal se cuestiona en luz de la justicia y dignidad humana, la conclusión debe ser que la imposición de una condición de ciudadanía de segunda clase a un grupo especifico ha de ser reconocido como injusto y no saludable para el tipo de sociedad en la que aspiramos vivir.
La tendencia mas alarmante en la aprobación de la proposición 8 es la enorme disparidad en su apoyo por las minorías de California, especialmente los afroamericanos; por supuesto se pueden encontrar precedentes paralelos, solo se tiene que mirar a otro grupo de gente previamente oprimida que en su gran mayoría ignora los lamentos de otros bajo sus pies en Palestina. Obviamente la comparación es para resaltar cierta característica humana y no la naturaleza de la opresión. Esta característica pareciera ser la imposibilidad de reconocer una lucha similar a la propia pero llevada a cabo por otro grupo y la capacidad de justificar dichas acciones por medio de irracionalidad religiosa.
Luego de la inmensa victoria para nuestra comunidad en general que la elección del primer presidente afroamericano representa y el gran avance hacia una una verdadera sociedad igualitaria y justa, debemos detenernos a analizar el sabor amargo que la aprobación de la propuesta 8 ha dejado para los que aspiran a verdadero progreso y a muchos otros votantes, que a pesar de haber apoyado la medida, han quedado con la sensación que esta es intrínsecamente errónea.
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